jueves, 5 de noviembre de 2009

DECIMONOVENA OBVIEDAD: Sobre la corrupción


Tengo la impresión de que muchos de nuestros jóvenes, cuando estén en ese estadio anterior y próximo a la búsqueda de un empleo, pensarán que les gustaría encontrar uno de funcionario público, seguro, con poco trabajo y preferiblemente en el municipio en que viven, para que resulte mas cómodo. Y, puestos a pedir y dejando volar la imaginación, porqué no un puesto como concejal de ese Ayuntamiento. Y ya en el colmo de su fantasía desearán que la concejalía sea la de Urbanismo, la que ofrece las mayores y mejores posibilidades de hacerse rico en poco tiempo con el dinero que, por ser de todos, no es de nadie. Y si comentaran sus sueños con alguien y ese les hiciera notar que soñaban con convertirse en corruptos, le mirarían perplejos y pensarían que de qué guindo se había caído aquel pardillo y, a lo sumo, le dirían displicentemente que esa es la tónica general.
Y teniendo en cuenta la situación nacional, nadie debería extrañarse de que esas sean las aspiraciones de algunos de nuestros jóvenes. Sobre todo porque están aprendiendo que si te llevas dinero público lo peor que te puede ocurrir es que te pases un tiempo, no mucho, en la cárcel y que en cuanto salgas disfrutarás del dinero detraído de las arcas públicas. Porque lo habitual es que el dinero afanado no se restituya y que el corrupto lo disfrute, en lugar de que la sociedad tenga sus ojos puestos sobre él y le expropie cada euro que descubra en su poder, dejándole exclusivamente lo mínimo necesario para su supervivencia, hasta cobrarse todo lo que obtuvo fraudulentamente.
La verdad es que la corrupción está tan presente en la vida pública española que ya es una realidad con la que se convive cotidianamente y que a nadie sorprende, aunque a muchos asquee. Al respecto hay que recordar que el barómetro del CIS de octubre que enumera los problemas que preocupan a la ciudadanía, sitúa en el cuarto lugar a los políticos, después del paro, la economía y la inmigración y por delante del terrorismo y la delincuencia.
Es cierto que la corrupción no es algo nuevo. Sin necesidad de alejarse mucho en el tiempo, los que tenemos cierta edad recordamos casos ocurridos durante el franquismo, como el de Matesa, en el que se estafaron miles de millones de pesetas en créditos a la exportación de telares sin lanzadera que nunca fueron exportados; o el del Grupo Sofico, que quebró tras grandes chanchullos inmobiliarios y financieros. Y en ninguno de los casos se llegó a recuperar el dinero.
Pero da la impresión de que ahora la corrupción se ha hecho mayor, más fuerte, mas extendida a prácticamente todas las áreas, mas generalizada. Es como si con la democracia y entre todo lo bueno que esta traía se hubiera introducido subrepticiamente, contaminándolo todo, llegando a todas las instituciones apoyada en la politización de estas.
Y de esa corrupción en general pueden apreciarse distintos tipos:
-Está la corrupción en los ayuntamientos, generalmente relacionada con el urbanismo y donde son mas frecuentes los delitos de cohecho, tráfico de influencias, malversación de caudales públicos, prevaricación y falsedad en documentos. Y como hay mas de 8.000 alcaldes, aproximadamente 66.000 concejales y un sinnúmero de asesores nombrados digitalmente, entre tanta gente hay mucho vividor facineroso. Como ejemplos de esto hay montones de casos, como los actuales de El Ejido, Mercasevilla, el caso Pretoria de Santa Coloma de Gramanet, el caso Malaya y tantos otros.
-Está la corrupción política de los funcionarios y gobiernos estatales y autonómicos, que va desde la prevaricación de situar y pagar como asesores o cargos de confianza a gentes de conocida incompetencia, hasta el tráfico de influencias o el abuso de poder y la apropiación indebida o la malversación de caudales públicos para la financiación ilegal del partido o para el enriquecimiento personal. Casos de estos hay muchos, como Filesa, Flick, el AVE a Sevilla, el caso Naseiro, el del túnel del Soller, el caso Gürtel, los personales de Luis Roldán, Juan Guerra, Rafael Vera, etc. Padecemos y hemos padecido a muchos que parecen opinar, como el político francés Talleyrand que “en política, el único principio bueno es no tener ninguno”.
-El despilfarro y la mala administración también entiendo que son formas de corrupción. A título de ejemplo el caso del municipio de Leganés, que acaba de hermanarse con Targhist, en Marruecos, ciudad famosa por su producción y comercio de hachís. Y este es el décimo hermanamiento, el anterior fue con Huzhou, en China. Los gastos de estos hermanamientos superan los 600.000 € anuales. Me pregunto qué beneficio obtiene el pueblo de Leganés de esto. O también sirve de ejemplo el hecho de que 82 ayuntamientos valencianos han pedido ayuda al Gobierno porque su tesorería está a cero. Y como ellos hay montones. Los ayuntamientos y las comunidades autónomas deben miles de millones a las pequeñas y medianas empresas, muchas de las cuales se ven avocadas a cerrar como consecuencia de esas deudas.
-También está la corrupción sindical: CCOO y UGT recibieron en el semestre en curso de este año 125 millones de euros en concepto de ayudas y subvenciones estatales, además de su parte de los EREs y otras zarandajas apoyadas en las miserias de los trabajadores y los parados que ya casi alcanzan el 20%, mientras algún sindicalista trata de olvidar su disgusto por el aumento del paro comiendo en el Bulli a 300 € el cubierto.
-Y también sufrimos la corrupción policial y la de la Justicia, plasmadas en casos como el del robo de drogas por policías en una comisaría sevillana, o el caso Faisán, o la liberación del asesino de Mari Luz por el juez Calamita, al que sus colegas, tan corporativos ellos, castigaron con una multita, mientras que al juez acusado de retrasar una adopción por parte de una lesbiana le caían un multazo y un montón de años de inhabilitación.
-Y concluyendo, porque no pretendo ser exhaustivo, está la corrupción civil, la de los que no tienen cargo público pero utilizan a los que lo tienen o se aprovechan de la buena fe de la gente y se apropian indebidamente de su dinero, como por ejemplo el caso de Gescartera.
La conclusión que puede sacarse de todo lo anterior, es que España lleva mucho sufriendo una crisis de moral, de ética, de valores, de principios, que ha ido creciendo hasta hacerse un gran parásito que vive –y muy bien- del trabajo de las buenas gentes del país. Por eso, cuando ha llegado la otra crisis, la económica global, a los españoles nos afecta más que a los demás, y su duración será mayor y saldremos de ella mas tocados.
Es obvio que se impone una política cuyo objetivo sea acabar con la corrupción. Para ello hay que endurecer las penas que la sancionan, hacer que las leyes garanticen la restitución de lo apropiado indebidamente y controlar y fiscalizar a los servidores públicos –qué concepto el de servidor tan ajeno a aquellos que se dedican a la cosa pública- y a aquellos de la empresa privada que manejan dinero depositado por la ciudadanía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario