viernes, 22 de mayo de 2009

OCTAVA OBVIEDAD: Sobre el aborto

Empezaré fijando mi posición al respecto: no soy partidario del aborto, por el contrario, estoy decididamente en contra. Y en nuestro vigente Código Penal está considerado un delito. Claro que también se incluyen causas que eximen de la responsabilidad criminal, aunque parece que son excesiva y premeditadamente laxas. Sin embargo, nuestros actuales gobernantes consideran insuficientes los supuestos actuales y han preparado una nueva Ley del Aborto a la que, muy considerados, llaman Ley de Salud Sexual y Reproductiva.
De modo que en un país cuya Constitución afirma –Sección 1ª, de los derechos fundamentales, artículo 15- que “Todos tienen derecho a la vida….”, se aprueban nuevas medidas para dejar al libre albedrío de cada mujer el abortar hasta las 14 semanas de gestación, sin que ni ellas ni quienes les practiquen el aborto incurran en ninguna responsabilidad. Por el contrario, la idea es que se trate de una prestación más del Sistema Nacional de Salud, aunque resulte muy difícil ver qué hay de saludable en un aborto.
Yo vi una vez un feto de aproximadamente 14 semanas, como consecuencia de un aborto espontáneo. Era un poco más pequeño y estaba modelado mas toscamente que una muñeca Barbie, pero no era de material plástico, sino de carne y hueso, y un rato antes había tenido vida.
No entiendo el porqué de esa obsesión por facilitar el aborto, ni que se considere, como dice la ministra de Igualdad, que con ello se preserva y favorece la dignidad, la autonomía y el derecho a la libertad de las mujeres. ¿Y el derecho a la vida del que se está gestando? Siempre he creído que el origen del Derecho era la protección del más débil, por la sencilla razón de que el más fuerte no necesitaba la Ley si podía imponer la de su fuerza. Si esto fuera así, no cabe duda de que aquí el más débil es el ser en gestación.
De manera poco congruente con esta nueva Ley del Aborto, el ministro Corbacho acaba de decir que para poder garantizar el sistema de pensiones en el futuro, es necesario incrementar la tasa de natalidad, dado que esta es baja –aproximadamente 1,3 hijos por mujer-, pese a haberse elevado en los últimos años como consecuencia de la inmigración. Por ejemplo, el año 2007, de un total de 491.183 nacimientos, 92.992 lo fueron de madre extranjera -22% de estos de madre marroquí, tema que merece dedicarle atención aparte-.
Pues pese a la recomendación de Corbacho, el Gobierno, sin que haya una demanda social y sin que estuviera en el programa electoral socialista, nos anuncia una nueva Ley del Aborto por boca de la ministra Bibiana Aído, esa eminencia –gris, porque es muy gris- que ha dicho en la cadena Ser que un feto de 13 semanas es “un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de un ser humano, porque eso no tiene base científica”. Habrá que meditar sobre esa afirmación, dado que viene de alguien con un impresionante curriculum, que comienza graduándose a muy temprana edad como ahijada de Manuel Chaves, luego es un ejemplo de discreción y modestia durante 24 años, se reanuda con un total de 16 meses de prácticas en varias empresas, donde adquiere una sólida preparación para la vida pública, en la que ejerce, bajo la orgullosa tutela de su padrino, varios importantes cargos, culminados por el técnicamente muy exigente de Directora de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco. Su ejecutoria y sus méritos no podían pasar desapercibidos y Zapatero se los reconoció elevándola a la dignidad de ministra –aunque algún malintencionado pueda decir que rebajando la dignidad de ministro hasta su nivel-.
El hecho es que ya tenemos una nueva ley de plazos que permite el aborto libre hasta la semana 14 y que lleva tan lejos su protección a la intimidad de la mujer que permite que con 16 años aborten sin el consentimiento paterno, aunque no se considere que tienen edad para votar, tomarse un cubata o comprar tabaco, ni tampoco para hacerse un “piercing” a no ser que presenten un permiso paterno.
Y además la ley da libertad a esa niña/mujer de 16 años para comprar por sí misma una píldora postcoital sin receta médica.
Y ello en un país con más de 110.000 abortos en un año y con miles de parejas que desean adoptar y tienen que pasar por grandes dificultades, gastar mucho dinero, esperar bastante tiempo y, muchas veces, viajar a países remotos para conseguir la adopción de un bebé.
Obviamente, todo esto es un error, un inmenso, cruel y estúpido error, de gente que no le atribuye trascendencia a lo trascendente. Tanto es así que hasta le han dado un papel secundario, al presentarlo como cortina de humo inmediatamente antes del debate sobre el estado de la nación.
No entiendo porqué no se educan a nuestros jóvenes en el respeto a la vida y a sí mismos y no se les ofrecen salidas dignas a sus problemas. Y creo que cada uno de nosotros debería hacer lo que estuviera a su alcance para encaminar la situación hacia objetivos razonables. Edmund Burke, político liberal inglés del siglo XVIII, dijo: “Lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada”.

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