viernes, 25 de diciembre de 2009
VIGESIMOTERCERA OBVIEDAD: Sobre nuestra fauna política
Hace bastantes años, cuando entré en el despacho del director técnico de una importante empresa industrial, me llamó la atención un letrero diseñado y situado de manera que no pudiera pasar desapercibido a cualquiera que entrara en el despacho: “Si no traes la solución eres parte del problema”. Aquel hombre avisaba a sus subordinados de que su trabajo consistía no solo en constatar o mejor anticipar los problemas de la instalación, sino que además debían estudiar las posibles soluciones y exponérselas, y que él las evaluaría y autorizaría la ejecución de la que se revelara más idónea. Y si no lo hacían así, no resultaban útiles.
Y he recordado esto al leer información sobre la última encuesta realizada por el CIS –Centro de Investigaciones Sociológicas-, que coloca a los políticos en general y a los partidos en particular en tercera posición de la lista de problemas nacionales, según la ciudadanía. En dicha lista, el desempleo ocupa el primer lugar, con el 78,4%, las dificultades económicas en general el segundo con 46% y el tercer lugar –y ascendiendo- es para los políticos, llevados ahí por el 16,6% de los entrevistados y por delante de la inmigración -13,7%-, el terrorismo -13,1%- y la inseguridad ciudadana -11,1%-.
De modo que el descrédito de nuestra clase política es considerable y creciente, ya que en un solo año han pasado del 7% al 16,6% los ciudadanos que la consideran el mayor de los problemas nacionales, porque entienden que no aportan soluciones sino más problemas. Y es obvio que razones tienen para ello. Hagamos un breve repaso:
-El Gobierno, después de negar la crisis económica, ha hecho como que la afronta, tardíamente, con parches, declaraciones voluntaristas y medidas como las recogidas en los Presupuestos 2010, con subidas de impuestos como los IVA reducido –de 7 a 8%- y general –de 16 a 18%- y eliminación de deducciones como la de 400 € del IRPF. Además, aumenta el gasto público consuntivo, reduce la inversión productiva –sobre todo en I+D+i- y permite subidas como la de la factura eléctrica. No hay en la acción del Gobierno nada que favorezca el incremento de la productividad, necesario para que se mejore nuestra competitividad, condición sin la cual nuestra salida de la crisis será larga y penosa.
-El principal partido de la oposición parece pasar la mayor parte de su tiempo sentando delante de su casa, esperando ver pasar el cadáver de su enemigo, cuando debería estar trabajando arduamente, tratando de hacer llegar a la ciudadanía la esperanza, recordándoles que ya sacaron a España de otra crisis profunda en la que la sumieron los socialistas y explicando una y otra vez lo que harían para salir de esta.
-En cuanto a los otros partidos, o están empeñados en la fragmentación del Estado y en situarse localmente lo mejor posible, o mirándose el ombligo sin ver más allá, o sumidos en la incoherencia o en la corrupción. Véanse si no ejemplos como los del PNV –sí al aborto a cambio de dinero y no al obispo Munilla, guipuzcoano y dominador del euskera, por no ser nacionalista- o el de Unión Mallorquina, con su desfile de corruptos ante los jueces.
Pero a nuestra clase política su regeneración parece no preocuparle. Ajenos al descrédito que la inoperancia y la corrupción que les aqueja –y sálvese quien pueda porque ciertamente hay una parte salvable- suscita en los ciudadanos, viven en su particular mundo y disfrutan de las ventajas del mismo que, eso sí, se afanan en incrementar. Por ejemplo, el día 22, los miembros del Congreso de los Diputados, cansados de la dura batalla, se despidieron del hemiciclo hasta febrero, para reunirse con sus abandonadas familias, descansar merecidamente, lamerse las heridas y meditar sobre cómo aumentar el número y alcance de sus prebendas, sabiendo que ese tema sí es capaz de conseguir aprobaciones unánimes.
Pues esto es lo que, mayormente, tenemos. ¡Señor, qué cruz!
Se impone que la sociedad civil exija a sus políticos regeneración, dedicación, trabajo, formación –los hay, y muchos y situados muy arriba, que solo han sido en su vida políticos, sin haber desarrollado otra actividad profesional-. Y, sin duda, ayudaría mucho que los principales puestos de los gobiernos central y autonómicos se limitaran a dos legislaturas y que las listas de candidatos a las elecciones al Congreso fueran abiertas, para que la ciudadanía pudiera elegir y los diputados se debieran en primer lugar a sus electores y no a su partido.
Ya sé que muchos lectores se estarán, a estas alturas, riendo de mi ingenuidad. Pues que sepan que voy a mirar en mi interior y sacar de lo profundo el residuo de ilusión que pueda quedar del niño que hubo en mí y voy a pedir a los Reyes que nos traigan todo eso –a los Reyes Magos, por supuesto. A los de aquí ya les he perdido la fe-.
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No puede hablarse de políticos en general. El descontento mayor lo está provocando ZP y su jauría de estafadores entre los que se encuentran la SGAE, las compañías eléctricas amigas que nos suben sus tarifas, ministros que nos suben los impuestos como estrategia sesuda para salir de la crisis y millones de "sopabobistas" comprados con el PER y similares (léase funcionarios inútiles). Ellos y los miles de cargos que no renuncian a bicocas como el coche oficial con chófer y juergas y viajes a cargo del contribuyente son los que nos han conseguido un presente glorioso y un futuro sin parangón. Becerros que votáis al PSOE: gracias por nada.
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