martes, 21 de abril de 2009

TERCERA OBVIEDAD: Sobre el agua

Que el agua es un bien escaso y que lo es en particular en algunas zonas de España, es tan obvio como que, dada su escasez, se debería aprovechar al máximo la disponible. Si esto es así, ¿porqué hay tanta gente que se opone a los trasvases y propugna resolver el problema mediante desaladoras? Y eso que, usando de una lógica elemental, parece que dejar que el agua dulce llegue al mar en un punto, convirtiéndose en agua salada y coger esta a algunos kilómetros de distancia y tratarla para hacerla dulce, no es una idea muy luminosa.
Que yo sepa, la primera personalidad relevante que en la España constitucional se pronunció a favor de los trasvases fue Josep Borrel, quien en 1995 –entonces era José Borrel- dijo tajantemente que “no es posible una solución al problema del agua en España que excluya los trasvases” y escribió una carta al entonces Ministro de Industria, Eguiagaray, argumentando a favor de los trasvases y en contra de las desaladoras, por calidad del agua, coste e impacto ambiental negativo en el caso de estas, dado su alto coste energético y el problema de la eliminación de los residuos. Y por entonces Borrel era ministro de Medio Ambiente y otras cosas –y Cristina Narbona, a quien Zapatero puso en ese ministerio para hacer todo lo contrario, la Secretaria de Estado, su número dos-.
Pero quizás estoy cometiendo un error al hablar de trasvases, porque, pensándolo bien, la oposición ha sido verdaderamente a un solo trasvase: el del Ebro, el río más caudaloso de España. Y los mismos que se han opuesto a éste han propuesto realizar uno desde el Ródano –río que desemboca en el Mediterráneo en el golfo de Lyon, no muy lejos de Marsella- y recientemente proponen realizar uno desde Extremadura, en sustitución del actual Tajo-Segura que se realiza desde La Mancha.
El trasvase del Ebro era la estrella en el Plan Hidrológico Nacional (PHN) 2001 del gobierno Aznar e incluía la realización de trasvases desde la desembocadura del Ebro a las provincias de Barcelona, Castellón, Valencia, Alicante, Murcia y Almería, así como obras para conseguir una más racional, conducción, almacenamiento y distribución de agua en Aragón. Pero pese a concordar con las ideas que muchos socialistas defendían en los años 90 en los que gobernaban España, el PSOE se opuso al trasvase del Ebro que se incluía en el PHN 2001 y, por extensión, a este. Y a ese rechazo se sumaron partidos nacionalistas y regionalistas. Y cuando los socialistas recuperaron el Gobierno de España derogaron el PHN 2001. ¿Por qué tanta y tan dura oposición al trasvase del Ebro? Consideremos los distintos rechazos:
-Hubo una fuerte oposición de los ecologistas, fundamentada sobre todo en el hecho de que el trasvase implicaría una escasez de agua en el delta del Ebro que acabaría con su ecosistema. Nada más lejos de la realidad. El trasvase partía de la consideración de que 100 m³/s de vertidos al mar a través del delta garantizarían con seguridad el mantenimiento de este, o sea, aproximadamente 3.150 Hm³/año. Dado que el PHN 2001 preveía un trasvase total aproximado inferior a 1.100 Hm³/año –siempre y cuando el año hidrológico lo permitiera- y que el caudal anual desembocado pocas veces es inferior a 8.000 Hm³/año, claramente puede colegirse que el trasvase del Ebro era ecológicamente factible.
-El rechazo del PSOE fue continuación del que mantuvieron cuando estaban en la oposición, si bien cuando llegaron nuevamente al gobierno nacional, mientras derogaban el trasvase y lo sustituían por desaladoras, daban a la Generalitat los 649 millones de euros que figuraban en el PHN 2001 para obras hídricas en Cataluña. Y el pasado año, cuando la sequía afectó seriamente a Barcelona y su provincia, se comenzó a montar una tubería de 500 mm de diámetro que, recorriendo 62 km, llevaría agua del Ebro desde Tarragona a Barcelona. Claro que el Gobierno no lo denominaba trasvase, sino “aporte o captación puntual”.
-Un caso curioso por lo que tiene de desinformación y demagogia es el de Aragón y su rechazo prácticamente general al trasvase del Ebro –solo los populares eran partidarios , pero se vieron arrollados por la marea del rechazo y la sangría de votos que sufrieron les obligó a doblegarse-. De nada sirvieron las obras hídricas que Aragón necesitaba y que se contenían en el PHN 2001. Socialistas, IU, el PAR y la Chunta Aragonesista lo rechazaron frontalmente. Incluso Labordeta, de esta última, llegó a decir que el trasvase era un expolio para Aragón. Y el hecho era que la toma para el trasvase iba a realizarse en Tarragona, después de que el Ebro hubiera abandonado Aragón. Un día, hace tiempo, recorriendo el largo puente que llega a Lisboa sobre el estuario del Tajo, se me ocurrió que el rechazo de Aragón al trasvase era un sin sentido similar al que sería si los portugueses decidieran trasvasar agua desde el estuario del Tajo a los distritos de Setúbal y de Beja y los toledanos se negaran a que se llevara a cabo.
-Y queda el rechazo de los nacionalistas y separatistas catalanes. La cuestión es si su negativa se debe solo a egoísmo e insolidaridad o si hay algo más. Personalmente creo que sí lo hay: aquellos que tienen como objetivo una nación separada de España, integrada por Els Països Catalans y, naturalmente, comandada por Cataluña, saben que a eso nunca se llegará con una región valenciana económicamente fuerte. Y en los últimos años la autonomía valenciana ha crecido tanto que solo parece faltarles el agua para llegar casi a mirar por encima del hombro a Cataluña.
Para concluir, creo que es obvio que el Estado de las Autonomías debe sustentarse en el principio de solidaridad, que obliga a que los que más tienen den a los que tienen menos, sobre todo cuando, como en el caso del agua, si el excedente no se da se desperdicia.
Obviamente eso implica que, en mi opinión, el trasvase del Ebro debería realizarse por decisión del Gobierno del Estado. Y para que no haya discusiones al respecto, la ley debe dejar claro que solo el Estado tiene competencia en este tipo de decisiones que afectan a varias autonomías.

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